Fitness

Escogí el maracuyá más bonito pero cuando lo abrí no tenía nada.

Hace unos años creía que esas personas que pasaban horas en el gimnasio y que se preocupaban de más por su apariencia física, eran personas vacías y huecas. Y sí, seguro hay muchos que lo son. Pero tener un estilo de vida fitness no es para todo el mundo y genera, en muchos casos, etiquetas injustas y ridículas.

Está claro que tener un estilo de vida fitness no solo nos regala una linda apariencia y buena salud. También nos dota de bienestar mental, disciplina, compromiso, esfuerzo, entrega y persistencia y muchos de los que critican este estilo de vida no son capaces de comprometerse con nada ni de lograr la disciplina necesaria para aguantar al menos una semana en un gimnasio, entrenando en casa, saliendo a trotar o mejorar sus hábitos alimenticios. Y sí, me he dado cuenta que muchos son superficiales y se dejan llevar por el estuche pero quienes logran ver más allá de eso, se encuentran con una persona que día a día lucha con sus temores, inseguridades, debilidades y miedos al tener la valentía para entrenar no solo su cuerpo sino también su mente. Yendo un poco más cerca, la vida del bailarín es igual y aquí va una historia. 

Una vez me en-novié con un chico que en ese momento para mí era perfecto. Detallista, inteligente, con metas claras, cariñoso, divertido, olía siempre rico y era guapo. Amaba pasar tiempo con él y disfrutaba mucho ser su novia. *Inserte gif de enamorada chorreando la baba*. Pero como todo no puede ser perfecto… 

El tipo ODIABA que yo fuera bailarina. Me manipulaba, me decía que eso era una pérdida de tiempo, que eso no era para mí; me chantajeaba, me hacía sentir mal por pasar algunas horas los fines de semana en ensayos en  vez de compartir con él, con sus amigos o familia. Si yo llegaba a su casa después de un ensayo y estaba sudada, con ropa deportiva y cara de cansada, me hablaba mal y hasta me mandaba al salón de belleza a arreglarme porque le parecía tenaz que su novia tuviera ese aspecto, le daba vergüenza y asco verme así. Claramente el idilio de esa relación duró muy poco y la toxicidad lo dominó al punto de un día prohibirme bailar y hacerme elegir entre él y la danza. Sabemos qué elegí ¿verdad?

En muchas ocasiones para evitar peleas, faltaba a mis ensayos y compartía más tiempo con él con la esperanza de que lo aceptara en algún momento, y más que aceptarlo por lo menos pudiera respetarlo así como yo aceptaba y respetaba su estilo de vida que ahora no viene al caso. Al final no fue así, no llegó a ninguna función con flores, no alardeaba en las fiestas de su novia bailarina, no se interesaba en aprender a bailar conmigo. No me acompañaba, me llevaba o me recogía a los ensayos como las parejas de mis compañeros, ni mucho menos compartía mi mundo. Nada, absolutamente frío con el tema.  

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Pero una vez fui a un gimnasio a una clase de pilates y la historia fue la misma. No se trataba de bailar o entrenar, se trataba de lucir mal a su lado. Al tipo lo que le molestaba realmente no era que fuera una persona activa físicamente (porque aunque esto de ir al gimnasio para mí es relativamente nuevo, siempre me ando moviendo) lo que él no podía permitir era que yo no me viera arreglada y bonita todo el tiempo. Al final él me dejó porque nunca hice lo que quería: ser una porcelana perfecta, su trofeo y la novia físicamente perfecta que él deseaba para mostrar en su entorno social. Sí, pura mentalidad de traqueto.

Ahora más madura me pregunto: ¿Y en dónde quedan las metas, la inteligencia, el buen humor, la esencia y todo lo demás que puede llegar a enamorar a alguien? A fin de cuentas todo lo físico se acaba, se evapora con los años. Llegan las arrugas, las enfermedades, los achaques, la ley de la gravedad haciendo de las suyas. Ni siquiera ser deportista o una persona físicamente activa garantiza que el tiempo no nos pase factura. Incluso la ropa linda, las cosas materiales y el maquillaje que muchos quieren que usemos para adornarnos, se desgastan con el tiempo, se dañan, se acaban, se olvidan. 

Con esto no quiero decir que los que entrenan solo se fijan en lo físico y los que no, no les importa. Ni que una pareja nos debe aceptar mal arreglados solo porque son nuestras parejas. No, no hablo de eso. Solo creo que lo bonito de vivir como queremos, compartir nuestras vidas – o momentos de nuestras vidas – con personas que vibren en nuestra misma frecuencia, y sobre todo darnos el lugar que nos merecemos, nos da la posibilidad de elegir si ser un lindo maracuyá con un delicioso relleno frutal, o por el contrario, ser solo la cáscara linda y hueca sin nada bueno qué ofrecer.

Autor: NatRoca® (Derechos reservados)